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La historia de Julia, que ha transformado su afán de perfección

Topoguía — Relato

 

por Silvia Estrems

A Julia le gusta hacer muy bien su trabajo. Busca siempre cómo mejorar el resultado de su trabajo aunque nadie se lo pida.

Necesita esta cantidad de trabajo — le permite llegar a un resultado de mucha calidad (confirmado por las valoraciones), le llena de satisfacción, obtiene reconocimiento, genera confianza, le dan más responsabilidades.

Entonces, ¿por qué Julia no está satisfecha?

Básicamente porque, a menudo, le falta tiempo. Dedica tanto tiempo a buscar la perfección que no tiene tiempo para hacer todo lo que quiere hacer. Se desgasta. Sufre.

¿Cómo ha salido Julia de ese ritmo que habría podido acabar con ella?

El primer paso fue tomar consciencia de que nadie le pedía perfección.

Ni su jefe, ni sus clientes, ni los usuarios, nadie le exigía el nivel de calidad que daba. Esta toma de consciencia no fue una iluminación de una mañana. Fue el resultado de pedir ayuda para entender lo que le pasaba. Las preguntas que le hicieron con la intención de ayudarla le permitieron aclarar el entorno de su trabajo, su situación y, sobre todo, cómo actuaba y cómo se sentía. Hubo una pregunta concreta que la dejó sin respuesta: «¿Para quién haces todo esto?». No poder responder la hizo reflexionar sobre lo que la empujaba a buscar la perfección. Esta pregunta sin respuesta fue el desencadenante para entender que solo ella esperaba la perfección. Nadie se la pedía e incluso pocas personas (por no decir nadie) valoraba el sobreesfuerzo que suponía.

Moraleja: Es clave saber pedir ayuda antes de llegar al burn-out cuando no estamos satisfechos del ratio esfuerzo-resultado.

El secundo paso fue encontrar cómo bajar su propio nivel de exigencia. Ser consciente de la necesidad de hacerlo ayuda, pero no lo soluciona. Julia probó diversas opciones — cada una con distintos resultados y todos positivos:

  • Aplicar el design to cost (diseño con optimización de costes): En lugar de darse tiempo para todo, Julia ha decidido limitar su dedicación en tiempo a ciertas tareas. Por ejemplo, en lugar de hacer una presentación en dos horas, busca qué contenido puede trasladar en una hora. Esta medida le ha permitido ganar tiempo.
  • No responder a todas las solicitaciones en el momento: En particular, no leer y tampoco responder a los mensajes de email de forma inmediata, no aceptar nuevas tareas antes de reflexionar (consulta la topoguía La disciplina — para usar el tiempo de forma estratégica).. Esta medida le ha permitido centrarse y llevar a cabo sus tareas con más eficiencia.
  • Aplicar la ley de Pareto: La ley de Pareto nos dice que el 20 % de nuestros esfuerzos nos permiten alcanzar el 80 % de nuestros objetivos. Por lo tanto, Julia empezó a definir a qué debía dedicarse para obtener el 80 % de los resultados. 
  • Identificar lo que sus clientes valoran de ella: La idea o creencia que Julia tenía de que su afán de perfección era algo valorado no se verificaba. Sus clientes valoraban de ella otras competencias. Esta medida la animó a centrar su energía en lo que sus clientes compraban. 

Con estas medidas, poco a poco, Julia pudo comprobar que todavía le daban valoraciones positivas por su trabajo. Nadie parecía haber notado que no estaba al mismo nivel de excelencia. Ella misma se preguntaba por qué, hasta entonces, se había autoimpuesto tanta presión de calidad.

Y lo mejor es que algunas personas de su entorno valoraban mejor su nueva actitud, más disponible y más abierta.

Julia ha conseguido entender que debía cambiar su forma de trabajar y, además, ha conseguido transformar su afán de perfección.

¿Quién quiere compartir su propia forma de cambiar?.